Camino a Santiago

El Camino de Santiago, desde mi punto de vista es un viaje que comienza el  día que se toma la decisión de viajar.  

Se comienza a proyectar el viaje, la selección de lo que vamos a llevar y  luego el entrenamiento, para tener la fortaleza para atravesar los más de  100 Km para llegar a la catedral de Santiago. Entrar en el camino es un  repaso de nuestro yo interno. Cada subida de cuesta, cada bajada, los  obstáculos del camino, “nuestra vida misma”, tristezas, alegrías, aciertos,  desaciertos. 

Momento de euforia donde el camino suaviza nuestro andar, el cansancio  en algunos tramos, la lentitud en las bajadas, la adversidad climática, el  calor, el viento, la lluvia. Y respiramos profundamente y avanzamos. Los  amigos que nos acompañan, los compañeros del camino que van en  algunos tramos compartiendo el paso, que ayudan a aligeran nuestra  carga. Enderezamos los hombros, vamos más erguidos, volamos con plumas  en los pies. La tristeza va dejando paso a la alegría, y otro esfuerzo más. 

Los olores del camino, la visión de esos verdes que sólo en  Galicia se encuentran, los distintos matices en los  bosques, el arrullo de los arroyos que pasamos. Cruzar  por pueblos que nos marcan nuestra historia, donde se   visualiza a nuestros abuelos, padres. Su cultura, su  música, su comida. Llegar a Santiago, con toda la  emoción. Imposible no llorar y descargar la tensión del  viaje. Abrazar a Santiago apóstol y agradecer lo  vivido. Siempre Agradecer. Y el respirar profundo,  cerrar nuestros ojos y saber que mucho quedó en el  camino. 
Por Gloria Castro Arán.

Creo que todos tenemos cosas pendientes que nos gustaría hacer algún día. Supongo que conocer  algún sitio, o algún familiar que vive en un lugar lejano, o tener algún objeto material o quizá el amor  de su vida. 

– Son todas cosas imprescindibles para vivir. 

Para mí, como hijo de gallegos, era el Camino de Santiago y sin querer o queriendo me fui arrimando  al Centro Gallego de Mar del Plata.  

Algo conocía, en última instancia era caminar durante cinco días y hacer cien kilómetros, nada del otro  mundo. Pero acá, estaba el error y comienza la gran aventura. 

– Me emociono al recordarlo y escribirlo. – 

Para algunos el Camino de Santiago tendría una  connotación religiosa o deportiva, pero nada que ver. 

Para mí la historia es el desafío de un grupo en  conseguir un objetivo. 

Aclaro que lo hice con mis primeros setenta años al hombro,  otras tres hermosas señoras eran mayores que yo (de  caballero, no diré sus edades), más la juventud que  siempre acompaña y las guías que nos aconsejan y cuidan,  todos fuimos necesarios. 

En el camino los días pasan, juntos, los kilómetros más la  gente que vamos reiterando día a día. Gentes de todos  lados del mundo que nos sorprenden que vengan de  lugares tan distintos y que se sorprenden, cuando les  contamos que venimos de Argentina solo para hacer el  Camino de Santiago. 

Los desayunos y las cenas del grupo son ánimo y  anécdotas, hasta que un día, llega el día y ese día es el día  de gloria.  

– Todos nos esperamos, nos cuidamos, nos felicitamos y  lloramos de alegría, que hermoso es llorar de ese modo.